«Sin sangre» de Alessandro Baricco, 2007.

«El hombre sacudió ligeramente la cabeza.

– Pero no sucedió nada, porque a la vida siempre le falta alguna cosa para ser perfecta.»

«El hombre respondió que, para tener hijos, era necesario tener confianza en el mundo.»

«Había un montón de cosas que teníamos que destruir para poder construir lo que queríamos, no había otra forma, teníamos que ser capaces de sufrir y de inflingir sufrimiento, quien resistiera más dolor sería el que venciera, no se puede soñar con un mundo mejor y pensar que te lo entregarán con solo pedirlo.»

«Y en todos estos años usted se ha preguntado mil veces por qué entró en aquella guerra, y durante todo ese tiempo fue dándole vueltas y vueltas en la cabeza a su mundo mejor, para no pensar en el día que le trajeron los ojos de su padre, y para no seguir viendo a todos los otros muertos asesinados que entonces, como ahora, pueblan su memoria como un recuerdo intolerable, que es la única, la verdadera razón por la que usted luchó, porque usted no tenía otra cosa en su memoria, vengarse, ahora tendría que ser capaz de pronunciar esta palabra, venganza, usted mataba por venganza, todos matabais por venganza, no hay que avergonzarse por ello, es la única medicina contra el dolor.»

«Solo comprendía que nada es más fuerte que ese instinto de volver donde nos degarraron, y de seguir repitiendo ese instante años y años.»

¿Cómo enfrentarse al pasado?, ¿es la venganza suficiente?, ¿o solo hace infelices a un mayor número de personas? Los humanos en situaciones límite pueden alcanzar cotas de horror, rencor, determinación, odio inimaginables. Nadie sabe (ni puede saber) hasta donde llegaría si la vida le golpea lo suficiente. Los conflictos exprimen los grados de humanidad hasta que no queda nada y se encuentra justificación a casi todo. Las heridas no se cierran así como así porque como dice Nietzsche en una cita que aparece en el famoso (y supremo) cómic Watchmen: «No luches con monstruos, o te convertirás en monstruo. Y si miras al abismo, el abismo te devolverá la mirada.»

Cuatro hombres en un coche se acercan a la casa donde Manuel Roca vive con sus dos hijos, tienen un plan y lo van a cumplir. Este sabe a qué vienen y los motivos que los empujan. Trata de ocultar a sus hijos para protegerlos del destino que para él ya es inevitable. Lo que parece en principio parece la ejecución de inocentes se entremezcla con retazos de una historia de violencia en la que culpables, inocentes, ejecutores y víctimas se difuminan. La venganza y el odio lo ocupan todo. Pero hasta en los peores momentos la belleza y la esperanza también pelean por seguir presentes.

Una niña oculta, redonda, una imagen perfecta, como sólo la infancia puede, mantener la esperanza, aislarse de la locura, pasear por un mundo imaginario que puede no corresponderse con la realidad. Arrebatárselo es arrancarles la vida. Descubrir que los crímenes no los paga solamente él que los comete.

En medio de la vorágine destructiva, no es necesario arrasarlo todo, la compasión es una virtud que ha alcanzado un valor un tanto peyorativo que no le pertenecía en su orígen. Compartir el dolor.

Años después una mujer busca a un hombre, quiere entender, quiere escuchar la verdad, no la que está en su mente, la verdad. Se produce el encuentro, dos personas que solo habían compartido una mirada pero que comparten una historia. Sin embargo, dos maneras diferentes de enfrentarse al dolor. Dos caminos que inevitablemente confluyen el uno en el otro, necesitan revivir lo acontecido para avanzar o estallar.